Los datos estremecedores
El 47% de las chicas se quiere adelgazar
El 21% de los chicos se quiere adelgazar
El 41% de las adolescentes ha hecho dieta para adelgazarse
El 23% de los adolescentes ha hecho dieta para adelgazarse
Respuestas de 5135 alumnos de entre 12 a 16 años.
De hecho, estos datos hacen todavía más mal si las comparamos con los resultados del año anterior.
En la etapa 2019-2020
El 32% de las chicas se quiere adelgazar
El 15% de los chicos se quiere adelgazar
La insatisfacción con el cuerpo es una realidad que cada vez afecta a menores.
Y esto quiere decir que independientemente de las características personales estamos haciendo algo fatal como entorno y sociedad.
En psicología tenemos un término denominado DESEABILIDAD SOCIAL.
La tendencia a responder o comportarse según las expectativas socialmente aceptadas y no de acuerdo con las tendencias individuales.
Es decir, que priorizo la necesidad de encajar a mis propias necesidades.
Y parece sencillo juzgar este comportamiento y decir que hay que ser un mismo, ser auténtico y que no nos tenemos que dejar influenciar, pero no es nada fácil de llevarlo a la práctica.
En los niños y adolescentes hay una necesidad imperiosa de pertenecer a un grupo. De sentirse queridos y “mirados”.
Muchos veces tengo la sensación que a los adolescentes y niños los lanzamos a una especies de circo de supervivencia social en el que tienen que luchar constantemente para esquivar críticas, insultos, comentarios y vivencias muy duras y por los que no están preparados.
Y además, a veces los propios instigadores de estas palabras hirientes son precisamente las mismas personas que tienen vinculación emocional.
Son compañeros de clase, amigos, padres, hermanos, entrenadores, monitores…
Estos últimos días ha coincidido que niñas muy pequeñas, en consulta, de unos 8-9 años, me ha contado que se sienten gordas. Que no les gusta su barriga y que los compañeros se ríen de ellas.
Y me duele muchísimo oirlas.
Escuchar su sufrimiento, su autocuestionamiento, su inicio de la mirada punitiva en su propio cuerpo.
Me duele cuando me preguntan si les pasa algo raro, si no valen, si son feas… Y si todo esto implica que no son merecedoras de encajar.
Es tan importante trabajar la aceptación.
Y no desde la resignación, sino desde la perspectiva que nadie tiene derecho a marcar un canon de perfección. Que no hay un ideal. Que no existe la homogeneidad en las personas.
Y que no se quede en un discurso vacío y de cara a la galería sino en hechos.
Y esto implica un trabajo personal cómo adultos y cómo modelos.
Frenemos el hecho de contaminar su visión con proyecciones propias.
Que no nos vean «normalizar» los comentarios despectivos como cosas de niños.
Dureza por favor.
Protección.
Pero sobre todo mucha EDUCACIÓN en mayúsculas.
Necesitamos más referentes de heterogeneidad. De cuerpos, de formas, de transformación vital.
Entender que la vejez es un proceso de la vida, que igual que cambia nuestra forma de ser también lo hace nuestro cuerpo.
Aceptémosnos cómo somos y cómo son nuestros niños y adolescentes sin poner el foco de la importancia en el aspecto físico.